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21 de agosto de 2015

El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.




Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

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El fracaso más grande de la humanidad: convirtiendo el genocidio en Gaza en un deporte de espectador

8.11.23
Andy Worthington


Una impresionante fotografía de Ali Jadallah. Como escribió “flamas y humo en el barrio de Tel al-Hawa mientras los ataques de Israel continúan, en el día 26, en la ciudad de Gaza”. 1 de noviembre del 2023.

En Gaza, el mundo está observando el genocidio en tiempo real, como un gran espectáculo público o, para dar una analogía más actual, el reality show más espantoso.

A lo largo del mes pasado, mientras el Estado de Israel ha estado bombardeando incansablemente a 2.3 millones de civiles en la “prisión al aire libre” de la franja de Gaza, asesinando a más de 10,000 personas, incluyendo a más de 4,000 personas, el mundo ha visto, a través de sus medios mainstream, barrio tras barrio ha sido destruido y los cadáveres de niños y adultos son arrastrados de los escombros, con apenas un murmullo de discrepancia oficial.

Líderes políticos en el Oeste abiertamente lo apoyan, presentadores de noticias sosamente hablan acerca de los que han muerto, como si fuera algún tipo de evento desafortunado pero natural, generalmente reusándose a reconocer que fueron asesinados y casi siempre negándose a nombrar a los perpetradores, mientras que los que apoyan el genocidio desde su silla, en números importantes, aplauden a través de redes sociales.

Raramente reportadas son las verdades incómodas adicionales que, aunque las voces desde el interior de Gaza regularmente declaran que “ningún lugar en Gaza es seguro”, son incapaces de irse, aunque así lo quisieran, porque Israel ha controlado la entrada y salida de la franja de Gaza desde el 2007 y son, también, sujetos a “completo cerco”, como lo prometió el ministro de defensa el 8 de octubre, en donde los suministros de agua, comida y medicinas han sido interrumpidos.

Todos estos son crímenes de guerra que ahora se suman al número de muertos mientras los hospitales cierran debido a la falta de combustible, mientas la hambruna muerde, la falta de agua obliga a la gente a beber agua contaminada sólo para sobrevivir, lo cual lleva a que enfermedades como el cólera resurjan y comiencen a matar niños y mayores.

Desde el comienzo, los ministros del gobierno israelí han declarado abiertamente sus intenciones, aunque abiertamente infringen la ley humanitaria internacional y, en muchos casos, también muestran intención genocida. Cuando Yoav Gallant prometió “sitio complete”, el 8 de octubre, también declaró que “estamos luchando contra animales humanos y actuaremos de acorde”, mientras que el presidente de Israel, Isaac Herzog, completamente apoyó el castigo colectivo de toda la población de Gaza — también un crimen de guerra — el 14 de octubre, cuando declaró que “es toda una nación la responsable. No es cierta esta retórica acerca de que los civiles no sabían, no estaban involucrados, es absolutamente falso”.

Otros políticos y otros eruditos han apoyado abiertamente el genocidio, con el periodista Shimon Riklin declarando que “Gaza debería de ser borrada de la faz de la Tierra” y Moshe Feiglin, ex diputado de Likud, diciendo en la televisión israelí: “¡aniquilen a Gaza ahora!”

El genocidio no se supone que deba estar en muestra abierta así, 24 horas 7 días a la semana. El exterminio, o la intención de exterminar a una población completa está destinado a ser un secreto sucio. A modo de ser la manifestación más vil de los impulsos más obscuros de la humanidad, se supone que está destinado a permanecer escondido.

Cuando fue el genocidio más reciente en Europa, en el que, como parte de la guerra de Bosnia, los serbios y las fuerzas serbias bosnias asesinaron a 8,372 hombres y niños musulmanes en un periodo de 72 horas entre el 13 y 15 de julio de 1995, no invitaron a los canales de televisión a observar o enfilaron eruditos a debatir si era o no genocidio.

De manera similar, si la tecnología hubiera estado disponible, es impensable que los nazis hubieran sido tan complacientes como es Israel en relación a Gaza, acerca de los habitantes judíos del gueto de Varsovia, atrapados y muriéndose de hambre, compartiendo videos del horror de sus vidas con el mundo exterior o transmisiones en vivo del genocidio en los campos de concentración.

Definiendo el genocidio

En un mundo en el que las atrocidades humanas son demasiado comunes, y en el que el apetito de los líderes humanos por la guerra nunca parece mostrar señales de disminución, el genocidio es la demostración única de maldad, de la supresión de toda la decencia humana en la firme búsqueda, de un grupo de personas, de la aniquilación de otro.

La primera codificación de genocidio se dio después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, cuando la Convención Sobre la Prevención y Castigo del Crimen de Genocidio se convirtió en el primer tratado de derechos humanos adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 9 de diciembre de 1948.

Declara, claramente, que el genocidio “significa llevar a cabo actos cometidos con la intención de destruir, en total o en parte, un grupo nacional, étnico, racial o religioso” — “asesinar a miembros del grupo” (generalmente a través del asesinato en masa), “provocando serio daño corporal o mental en el grupo”, “deliberadamente infligiendo sobre las condiciones de vida del grupo calculando su destrucción física en total o en parte”, “imponiendo medidas que prevengan nacimientos dentro del grupo” y/o “forzando el traslado de niños de un grupo a otro”.

Mientras que el último punto no aplica a Gaza, parece abundantemente claro que los primeros cuatro indicadores de genocidio han sido cumplidos — horrorosa y abundantemente — en el último mes en Gaza y espero de manera plena que los expertos de la ONU, que ya advirtieron, el 2 de noviembre, que “los palestinos (en Gaza) están en grave riesgo de genocidio”, formalmente declaren que es un genocidio, para añadirle a los muchos otros crímenes de guerra y de lesa humanidad en este mes de asalto asesino, que es incomparable en la historia moderna.

Estos incluyen castigo colectivo, mediante la nivelación indiscriminada de calles de residencias civiles, el ataque deliberado contra doctores, periodistas y sus familias, de hospitales, ambulancias, lugares de culto, escuelas, campos de refugiados, refugios y albergues, el corte de agua, comida, combustible y suministros médicos, las órdenes de evacuación y el ataque posterior contra quienes evacuaban, los ataques sobre los suministros humanitarios extremadamente limitados que permitieron entrar a Gaza, la eliminación completa de cualquier noción de que en algún lugar en la franja de Gaza se estaba seguro.

El camino al genocidio: la historia de Israel y Palestina

Así que cómo es que estamos presenciando genocidio desenvolverse en tiempo real y, aun así, nadie con poder para hacer algo — los líderes en Estados Unidos, en particular, pero también el Consejo de Seguridad de la ONU, la presidenta de la Unión Europea Úrsula van der Leyen y los líderes de los países de la UE, el Reino Unido, Canadá y Australia — incluso están pidiendo un alto al fuego humanitario, a pesar de ser exigido, el secretario general de la ONU Antonio Guterres, por los expertos en derechos humanos de la ONU, por incontables ONG y por una clara mayoría de la población de estos países?

La respuesta es que el Estado de Israel, el Estado sionista de Israel, ha, desde su sangrienta fundación en 1948, se consideró como más allá de culpa y ha buscado esconder sus impulsos genocidas detrás de una persistente proyección de sí mismo como víctima, utilizando el holocausto, el más grande genocidio del S. XX, en el cual los nazis mataron a seis millones de judíos, como su escudo y jugando con la culpa del oeste acerca de su larga historia de persecución de judíos.

El holocausto, sin embargo, no tuvo nada que ver con los palestinos y, sin embargo, son ellos quienes, por 75 años, han sido tratados por los israelíes igual que los nazis los trataron a ellos, cuando los abusados se convirtieron en los abusadores.

Después de la Declaración de Balfour en 1917, cuando el secretario de exterior británico prometió establecer “un hogar nacional para los judíos” en Palestina, para completar los objetivos del movimiento sionista, que emergió a finales del S. XIX en Europa central y del este, el número de judíos en Palestina constituían menos del diez por ciento de la población en ese momento, incrementó masivamente, cuando 376,415 inmigrantes judíos, la mayoría de Europa, llegaron a Palestina entre 1920 y 1946.

En 1936, tensiones entre los nuevos colonizadores y palestinos llevaron a la Revuelta Árabe, en la que, como describí en un artículo hace un mes, “las semillas de la opresión palestina fueron establecidas”. Bajo el ejército británico, como explica Al Jazeera “aldeas fueron bombardeadas, se impusieron toques de queda, hogares fuero demolidos y detenciones administrativas y asesinatos sumarios fueron extendidos”, y los ingleses también apoyaron a los colonizadores mientras construían una presencia militar.

Es importante destacar, creo, que la Revuelta Árabe precedió la Solución Final Nazi porque esa temporalidad alumbra una luz importante sobre cómo la violencia de los colonizadores sionistas vino antes de la supuesta justificación posterior del holocausto como impregnación de un intachable victimismo.

En 1947, mientras los británicos se preparaban para ceder su Mandato por Palestina, establecido después de la primera guerra mundial sobre la disolución del Imperio Otomano, la recién creada Organización de las Naciones Unidas intentó implementar una solución de dos Estados para Palestina, pero fue rechazada por los palestinos, porque, aunque los judíos ahora conformaban un tercio de la población de Palestina, las propuestas les darían a ellos el 56% de la tierra.

En lugar de eso, cuando terminó el mandato británico, los sionistas establecieron violentamente el Estado de Israel destruyendo 500 aldeas palestinas, asesinando hasta 15,000 palestinos — a veces en maneras que impactarían la conciencia tanto como las acciones militares de Hamás el pasado 7 de octubre de este año — sacando a 750,000 palestinos, dejándolos a ellos y a sus descendientes “en 58 campos escuálidos a través de Palestina y en los países vecinos de Líbano, Siria, Jordania y Egipto”, como describe Al Jazeera, en donde 6 millones de descendientes todavía viven, a pesar de una resolución de la ONU en diciembre de 1948 llamando a su derecho de regresar.

Al final de toda esta violencia, Israel terminó controlando el 78% de lo que había sido Palestina, con los últimos 150,000 palestinos apretados en el 22% restante, divididos entre la franja de Gaza, controlada por Egipto, y el West Bank y Jerusalén del Este, administrado por Jordania desde 1950. Sin embargo, en 1967, cuando Israel derrotó una coalición de ejércitos árabes en la Guerra de Seis Días, terminaron por ocupar y controlar toda la franja de Gaza, el West Bank y Jerusalén del Este, que ha sido internacionalmente reconocido como los Territorios Ocupados desde entonces.

Después de la ocupación, más palestinos fueron expulsados de los Territorios Ocupados e Israel comenzó a establecer colonias ilegales en la franja de Gaza, en el West Bank y Jerusalén del Este. En 1987, después de 20 años de lo que el psicólogo clínico palestino-estadounidense Mubarak Awad describió como represión que incluía “golpizas, tiroteos, asesinatos, demoliciones de casas…deportaciones, encarcelamientos extendidos, detenciones sin juicio”, la Primera Intifada (“zarandeada”) comenzó, como un movimiento popular, con protestas, huelgas y luchas callejeras, terminando en 1993, con alrededor de 1,200 palestinos asesinados en comparación a 160 israelíes. Además de hasta 120,000 palestinos heridos y otros 120,000 arrestados.

Después de la Intifada, en 1994, Israel impuso más controles en la franja de Gaza al construir una valla en la frontera, que, en 1996, fue reemplazada con una barrera, conocida en Israel como “el muro de hierro” — actualmente una valla alambrada con sensores — de ese modo, iniciando la política de controlar la entrada y salida a y desde Gaza a Israel.

Mientras continuaban las tensiones, una segunda Intifada fue declarada, la cual se llevó a cabo del 2000 al 2005 y fue incluso más sangrienta, ya que lo que fue ampliamente percibida como una respuesta militar desproporcionada por parte de Israel llevó a la resistencia popular (el sello de la primera intifada) convirtiéndose en una rebelión armada. Durante el conflicto, se estimó que alrededor de 3,000 palestinos murieron y alrededor de mil israelíes, la mayoría soldados. En respuesta, al inicio de la Intifada, Israel comenzó a confinar a las personas de Gaza a la franja de Gaza, reusándose a permitirle nadie trabajar en Israel y comenzó, también, a construir la barrera de 440 millas de largo en el West Bank, completada en el 2005. Supuestamente construida por motivos de seguridad, ha roto comunidades palestinas y, como los críticos han argumentado, actualmente representa otra táctica para anexar más la tierra palestina para las colonias bajo el disfraz de seguridad.

No fue, sino hasta después de la Intifada, sin embargo, que, en Gaza, las muy particulares semillas del conflicto de hoy fueron sembradas.

Gaza: castigo colectivo de Israel por 16 años

Primero, bajo el plan de retirada negociado, se desmantelaron 21 colonias israelíes en la franja de Gaza y los colonizadores y soldados israelíes fueron desterrados y, luego, en el 2006 Hamas, fundado en 1987 como una alternativa militante a los fracasos percibidos de la autoridad palestina, ganó una elección en la franja de Gaza; en 2007 tomó control después de la guerra civil con Fatah (originalmente el Movimiento de Liberación Nacional Palestina)sus rivales políticos, dejando a Fatah a cargo del West Bank.

En respuesta, Israel impuso un bloqueo total sobre la franja de Gaza, que permaneció 16 años y que, como Michael Lynk, el relator especial de la ONU en situación de derechos humanos del territorio palestino ocupado desde 1967 explicara en un reporte para el consejo de los derechos humanos en julio del 2020, “convirtió a Gaza de una sociedad de ingreso bajo con lazos de exportación en crecimiento con la economía regional e internacional, a un gueto empobrecido con una economía diezmada y un sistema de servicio social en colapso”.

Además de todo, descubrió, como habían ya establecido reportes previos de la ONU, que, en la búsqueda de contener a Hamas, cuyos cohetes y bombardeos suicidas, condenados por expertos internacionales, supuestamente provocaron el bloqueo israelí y la designación de la franja de Gaza como “territorio hostil” y “entidad enemiga”, “las acciones de Israel hacia la población protegida de Gaza equivalían a castigo colectivo bajo la ley internacional. Los dos millones de palestinos de Gaza no son responsables de las acciones de Hamas y otros grupos militantes, sin embargo, han soportado una cantidad substancial del castigo, intencionalmente”.

Como declarara en su conclusión, “el castigo colectivo es una herramienta de control y dominación que es anti ética para el estado de derecho moderno. Desafía el principio legal fundamental de que únicamente los culpables deberían incurrir en castigos por sus acciones, después de haber sido encontrados culpables a través de un proceso justo. Prohibiciones de castigo colectivo son virtualmente encontradas en todos los sistemas legales alrededor del planeta. Las acciones de unos pocos no pueden, bajo ninguna circunstancia, justificar el castigo de inocentes, incluso en la zona de conflicto, incluso bajo ocupación, incluso durante tiempos de descontento popular y retos de seguridad. Al igual que la tortura, no existen excepciones permisibles para el uso de castigo colectivo en la ley. Y, al igual que la tortura, el uso de castigo colectivo viola ley y moralidad, dignidad y justicia y mancha todos aquellos que la practican”.

Crucialmente, aunque Israel siempre ha pretendido que su retirada de Gaza significaba que ya no era el poder ocupante, “el inmenso consenso de la comunidad internacional es que Gaza permanece ocupada, la Cuarta Convención de Ginebra aplica e Israel retiene sus obligaciones hacia Gaza como poder ocupante correspondiente con su grado de control”, como describió Lynk.

Como añadió, “Israel ejercita control completo sobre los cruces en la tierra de Gaza (excepto el cruce de Rafah con Egipto) y sus aguas y espacio aéreo, controla el registro de población palestina (que permite determinar quién es residente de Gaza), controla los impuestos y obligaciones aduanales, suministra la mayoría de combustible y electricidad de Gaza, su ejército re entra a voluntad propia, ha creado áreas de no acceso importantes en el lado de la frontera de Gaza y controla quién y qué entra y sale de Gaza”.

Como explicó posteriormente, “esto cumple con el examen de “control efectivo” bajo la ley humanitaria internacional, estableciendo que Israel sigue siendo el poder ocupante” y, en un ejemplo particularmente asombroso de su control, se refirió a “un reporte interno del gobierno israelí publicado a través de litigio en tribunal en 2012 que detalló cuántas calorías los palestinos en Gaza necesitarían consumir para evitar desnutrición”.

Como también explicara, en pasajes que son de relevancia particular a lo que está sucediendo en Gaza ahorita, “cortes punitivos de combustible por parte de Israel en respuesta a retos de seguridad periódicamente interrumpen el cuidado médico, agua limpia, tratamiento de aguas residuales y energía a los hogares de toda la población, sin ninguna validez de seguridad racional” y, además “el suministro de agua potable en Gaza ha alcanzado una etapa desesperada: sólo el diez por ciento de los palestinos en Gaza tienen acceso a agua segura a través de la red pública (98.3% en el 2000) y más del 96% del acuífero de Gaza — la única fuente natural de agua en la franja — está considerada no apta para consumo humano debido a contaminación de agua de mar y aguas residuales”. También se dio cuenta de que su sistema de salud — “a pesar de la dedicación de sus profesionistas — ha sido “llevado cerca del colapso”.

Los ataques de 2008-09, 2012, 2014 y 2021

Todo lo de arriba tiene que ver sólo con la vida diaria en la franja de Gaza los pasados 16 años, sin incluso considerar que sus habitantes también han tenido que soportar repetidos y constantes bombardeos, que, aunque seguido son impactantemente destructivos, ahora se ven como puros ensayos para el fin genocida actualmente tomando lugar.

En febrero del 2008, después de que Hamas disparara cohetes hacia Israel, varios cientos de palestinos fueron asesinados en operativos aéreos y terrestres que fueron criticados como “excesivos y desproporcionados” por el secretario general de la ONU Ban Ki-moon, y como “uso desproporcionado de fuerza” por la Unión Europea, que también le pidió a Israel que detuviera las acciones que pusieran en peligro a civiles, destacando que “violaban la ley internacional”.

Después de un cese al fuego negociado por Egipto, Israel incrementó su bombardeó en diciembre del 2008, conocido como “Operación Cast Lead’, cuando, en 25 días, que también involucraron incursiones de fuerzas en tierra, fueron asesinados hasta 1,400 palestinos, incluyendo 926 civiles, en comparación con 9 israelíes.

Hasta 230 Palestinos fueron asesinados y más de 700 fueron heridos, en el primer día de ataques aéreos, que, en ese momento, fue la cifra mortal más alta en un día en más de 60 años de conflicto. Un reporte subsecuente de la ONU acusó tanto a las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF) como a los militantes palestinos de crímenes de guerra y posibles crímenes de contra la humanidad, también acusando a Israel de violar la Cuarta Convención de Ginebra al apuntar contra civiles. El autor principal del reporte, Richard Goldstone, después, retiró polémicamente esta reclamación, aunque sus colaboradores estuvieron en desacuerdo con él.

Más violencia estalló en el 2012, cuando más de 100 palestinos civiles fueron asesinados por ataques aéreos israelíes, mientras militantes en Gaza una vez más lanzaron cohetes hacia Israel. Aunque Israel fue criticado en el mundo musulmán, una línea divisoria se hizo evidente con el oeste cuando los países occidentales, incluyendo Estados Unidos y el Reino Unido, rodaron un mantra familiar — todavía la posición por defecto de los poderes occidentales, incluso hoy — que Israel aparentemente había calificado para el “derecho a defenderse a sí mismo”.

En julio y agosto del 2014, el conflicto más severo, que duró 50 días, hasta que el alto al fuego fue negociado, fue en lo que Israel llamó “Operación Borde Protector”, lanzando nuevamente ataques de cohetes en respuesta. Según la ONU, 1,483 civiles Palestinos (de los cuales un tercio eran menores) fueron asesinados, comparado con 6 israelíes y hasta 10,895 palestinos fueron heridos, incluyendo 3,374 niños. Además, entre 7,000 y 10,000 hogares fueron destruidos, 89,000 fueron dañados, así como 73 mezquitas y 220 fábricas en distintas zonas industriales.

Aunque la Unión Europea haya criticado a ambos lados por el conflicto, al igual que Navi Pillay, el alto comisionado de la ONU para derechos humanos, que criticó a los militantes de Hamas por violar la ley humana internacional mientras también criticaba a Israel declarando que había “una fuerte posibilidad de que se hubiera violado la ley internacional en una manera en la que podría equivaler a crímenes de guerra” y, específicamente llamando las acciones de Israel “desproporcionadas”, la respuesta del presidente Obama prefiguró lo que está sucediendo hoy. Apoyó el “derecho de defenderse” de Israel, mientras pedía a ambos lados frenarse y, al mismo tiempo, el congreso casi de manera unánime acordó darle a Israel $225 millones para misiles de defensa.

Tan indiscriminado fue el daño a la infraestructura de Gaza que parece razonable concluir que fue la primera manifestación mayor de lo que en Israel se conoce como “la Doctrina Dahiya”, inicialmente desarrollada en el 2006 para justificar la extinción intencional de vida civil en el bombardeo de una supuesta fortaleza de Hezbollah en Beirut. La ‘Doctrina Dahiya’ específicamente defiende y apoya los ataques deliberados y desproporcionados contra civiles e infraestructura civil, aunque esté absolutamente prohibido bajo la ley humanitaria internacional.

Irónicamente, la existencia de la ‘Doctrina Dahiya’ ha sido destacada en el Reporte Goldstone, a pesar de que su autor principal tuvo dudas acerca de las acciones de Israel, a través de una cita de Gadi Eisenkot, líder del Comando Norte del IDF que declaró “lo que sucedió en el barrio de Dahiya en Beirut en el 2006 sucederá en cada aldea desde la cual se dispare contra Israel. Aplicaremos fuerza desproporcionada y causaremos gran daño y destrucción ahí. Desde nuestra posición, estas no son aldeas civiles, son bases militares. Esta no es una recomendación. Este es un plan. Y ha sido aprobado”. Cambia “aldeas” por “toda Gaza” y verás que la ‘Doctrina Dahiya’ ahora se está aplicando a 2.3 millones de personas y que lleva a las acciones de Israel a ser mucho más convincentes que sus repetidos esfuerzos en decir que Hamas usa civiles como escudos humanos o que cada hospital, escuela o campo de refugiados milagrosamente está escondiendo a comandante central de Hamas.

El estallido de violencia más reciente, antes de estas cuatro semanas de bombardeo sin precedentes, tomó lugar en mayo del 2021, cuando cientos de palestinos, incluyendo 128 civiles, fueron asesinados en la franja de Gaza después de ataques por parte de Israel sobre edificios residenciales y almacenes y la destrucción del edificio de al-Jalaa, hogar de los periodistas de Al Jazeera y la Associated Press, que exigieron una explicación que jamás fue próxima a por qué Israel supuesta mente sospechó que la base de periodistas también era el hogar de la inteligencia militar de Hamas. Sabemos ahora, creo, que por lo menos 41 periodistas han sido asesinados en lo que la Press Gazette ha llamado “el conflicto más mortal para periodistas desde que las bajas comenzaron a registrarse en 1992”, eso para intentar silenciar el escrutinio de sus acciones. Esto es verdaderamente imperdonable, por supuesto, pero para los periodistas de Gaza, lo que lo hace más enfermizo y repulsivo es que Israel — usando su control sobre el registro de la población palestina, como mencionado arriba — ha, en algunas ocasiones, atacado selectivamente los hogares de periodistas, seguido eliminando a sus familias extendidas completas.

Genocidio ahora

Y así ahora, la continua masacre que pareciera sin fin de civiles palestinos en la franja de Gaza, a través de bombardeos incesantes que ha tenido lugar por 32 días ya, en respuesta a los sin duda horrendos y universalmente condenados ataques militares de Hamas el 7 de octubre. Los ataques mortales tomaron lugar después de que se salieran de su “prisión al aire libre” y mataran más de mil civiles y más de 350 soldados y policías israelíes y tomando más de 200 rehenes de vuelta a Gaza con la intención de intercambiarlos por algunos o todos los 5,200 palestinos detenidos en custodia militar indefinida en Israel (un número que ha sido duplicado en el último mes).

Mientras que la escala del ataque (la cantidad más grande de pérdida de vidas israelíes en un día desde que se fundó el Estado de Israel) y la aparente barbaridad de algunos de los asesinatos siempre significa que la respuesta de Israel será brutal, nadie pudo esperar que fuera tan severa y sostenida como ha sido y, vergonzosamente el occidente la ha complacido, y ha continuado a hacerlo a pesar de tanta oposición por parte de expertos en derechos humanos y, de manera alentadora, la mayoría de gente alrededor del mundo que no puede creer el nivel de extinción humana que se supone que tienen que respaldar.

Como reporta hoy el ministro de salud de Gaza,10,569 han sido asesinados en Gaza desde el 7 de octubre, incluyendo 4,324 niños y bebés y 2,823 mujeres, con “una suma de 1,350 perdidos en los escombros de edificios destruidos, la mayoría de los cuales se presume muertos”, como explicó el DCIP (Defensa Internacional para los Niños de Palestina).

Para darle una perspectiva adicional, este es casi el doble de niños palestinos asesinados por fuerzas israelíes y colonizadores los previos 23 años — entre septiembre del 2000 y el 6 de octubre del 2003 — a través del West Bank ocupado, incluyendo Jerusalén del este y la franja de Gaza, un número verificado de manera independiente por parte del DCIP como 2,187 niños en total.

Por otra parte, como muestra la gráfica abajo, compilada por Al Jazeera, el número de niños muertos en los primeros 30 días de este conflicto — 136 al día — es mucho más alto que en cualquier otro conflicto reciente (Siria, Afganistán, Yemen, Ucrania e Irak) sólo se puede confirmar lo que sugerí al inicio de este artículo: Israel está cometiendo genocidio en Gaza, que un alto al fuego humanitario e inmediato debe ser exigido y que los líderes occidentales que se rehúsan a hacer un llamado de alto al fuego deben darse cuenta que un día serán hechos cómplices de facilitar conscientemente un genocidio.


La impactante gráfica de Al Jazeera muestra las muertes de niños en los conflictos armados del S. XXI.

Genocidio de sillón y la amenaza global de extrema derecha en crecimiento

Para partir, quisiera mencionar que los que apoyan el genocidio de sillón y lo que ellos — así como el gobierno israelí, los que aplauden el genocidio desde Israel y los líderes occidentales cómplices — también nos dicen algo acerca del peligroso degrado del estado de la humanidad ahorita mismo.

No sé qué es lo que salió mal, aunque estoy seguro de que el aumento de las redes sociales y los teléfonos celulares inteligentes han sido gran parte de esto, como el ‘populismo’ de la derecha que se ha hecho prevalente a través del occidente en la última década cínicamente esparcido también a través de los medios.

Lo que sí sé, sin embargo, es que la violencia nunca es la respuesta y específicamente no cuando se inserta fácilmente en un intento y entusiasmo genocida. El gran periodista israelí Gideon Levy, el crítico del sionismo más sabio, identifica tres razones de por qué tantos israelíes no están perturbados por la persistente opresión de su gobierno a los palestinos por los últimos 75 años.

La primera razón, declara, es que la mayoría de los israelíes “profundamente creen que somos los elegidos y que, como elegidos, tenemos el derecho a lo que sea que queramos”. La segunda razón es el argumento de víctimas, previamente discutido arriban acerca de lo cual Levy dice que “nunca hubo ocasión alguna en la historia en la que el ocupante se presentara como víctima y, no sólo la víctima, sino la víctima alrededor”, mientras que la tercera razón es “la deshumanización sistemática de los palestinos…porque si no son seres humanos como nosotros, entonces no hay una cuestión real de derechos humanos”.

Mientras que las voces más poderosas ahorita es la de los israelíes y los judíos alrededor del mundo que también se oponen a la malevolencia supremacista en el corazón sionista, la masa de humanidad, de todos los antecedentes, que también se sienten enfermos cada minuto del día con la cifra genocida de muertos en Gaza, también necesitan estar pendientes de aquellos entre nosotros — muchos que sin duda se describen como cristianos — que están aplaudiendo el holocausto sionista porque también creen que son los elegidos y tampoco se refieren a los palestinos — o a los musulmanes en general — como seres humanos.

Para aquellos de nosotros en el occidente, esta gente está en todos lados — a veces en el gobierno, como Suella Braverman en el Reino Unido y Giorgia Meloni en Italia y a veces en el éter de la rabia del populismo — los que apoyan a Trump en EE. UU. o los racistas aislados del Brexit en el Reino Unido. Debemos remover de la política a aquellos llamados “centralistas”, como Joe Biden, Antony Blinken y Keir Starmer, quienes se adhieren a Israel como parte de su menú idiota de alianzas tradicionales, geopolíticas y venta de armas, mientras no son capaces de empatizar con una población entera que está siendo masacrada pero siempre debemos estar alertas con los fascistas y mantenerlos fuera del poder también, porque quieren lastimarnos físicamente de manera directa.

En una nota final, también vale la pena reflejar sobre el hecho de que la mayoría de los palestinos evidentemente no apoya la supremacía genocida de Hamas tampoco y pensar en qué tan trastornado es sugerir lo contrario, porque ellos, más que nadie en el mundo, sabrían que, dado el ciclo de violencia sin fin por los últimos 75 años, que con las acciones de Hamas el 7 de octubre sólo podrían esperar que lloviera muerte sobre ellos y sus familias como nunca jamás, justo como sucedió y como continúa a pasar mientras escribo esto.

La mayoría de los palestinos sólo quiere paz. La mayoría de los musulmanes sólo quiere paz. Y también cientos de millones de otras personas alrededor del mundo, incluyéndome. Son los belicistas en todos lados — y aquellos aplaudiendo el genocidio — los que debemos evitar y quitarles el poder.


 

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